Quién fue George Nelson

Además de un multifacético y prolífico artista, George Nelson fue un crítico y teórico de la sociedad en que vivió. Fundador de conceptos claves –muchos de ellos aún vigentes-, fue un gestor, impulsor y, en suma, una de las personalidades más influyentes en materia de diseño industrial, arquitectura y urbanismo.

Texto: Simonetta Darcy (*)

Un malvavisco. Ese fue el nombre con el cual George Nelson (1908-1986) bautizó el sofá que aún hoy preserva un furor y atractivo inalterables. Marshmallow (1956), para ser más exactos, está compuesto por 18 confortables almohadones circulares (que pueden ser del mismo o diversos colores), flotando sobre un bastidor. Incluso entonces su creador tuvo el recaudo de prever que estos círculos fueran desmontables para limpiarlos, nivelar su desgaste o renovar su aspecto con el correr del tiempo.

18 redondos y cómodos almohadones “flotan” sobre el bastidor del Marshmallow sofá de 1956.

Un coco. Un año antes, otro sabor mucho más tropical y tanto menos norteamericano se había colado en hogares y oficinas norteamericanas. El sillón Coconut fue un ícono que se catapultó como uno de los clásicos del mobiliario moderno. Lo distinguen sus curvas en asiento y respaldo, que lo vuelven tan cómodo como fácil de trasladar. Sobre su base de acero cromado con tres patas se apoya una cáscara de plástico moldeado, con un asiento tapizado.

El sillón clásico Coconut fue introducido originalmente en 1955 por Herman Miller, siendo desde aquel entonces un ícono del mobiliario del siglo XX.

Una taza de café. Humeante, descansa en la Nelson end table (1954), una esquinera estilizada y funcional. Con una base trapezoidal y esculpida (de aluminio pulido, blanco o tono frío) y una cubierta laminada (en blanco, negro o tono interior con barniz arce), disponible en tres tamaños.

Estos son sólo tres sabores, o ejemplos, que reflejan la fructífera fusión de este visionario diseñador con Herman Miller, Inc., empresa con la que George Nelson & Associates colaboró durante más de 25 años.

Mini gabinetes de inspiración japonesa en distintas configuraciones de cajones.

¿Cómo se inició este vínculo? Cuentan que la presidenta de la firma, D.J. Pree quedó impresionada por un artículo de la revista Life (que causó sensación en el mundillo mobiliario), en el cual Nelson presentaba su Storagewall, un sistema de archivo modular a partir de la cual surgiría la idea de pensar el mobiliario en relación a la idea de funcionalidad. Más aún, en Tomorrow´s house, el libro en el que Nelson -escritor de numerosas obras- introdujo esta pieza, también se refirió a una noción que hoy nos es tan familiar como la sal: el family room.

De modo que, a partir de entonces, este arquitecto nacido en Hartford (Connecticut, EE.UU.), graduado en arquitectura por la Universidad de Yale, Licenciado en Bellas Artes y acreedor del Prix de Rome (1930), se convirtió en el presidente de Herman Miller, Inc. (en sus palabras, porque “no sigue la corriente”), y comenzó a codearse con otros popes del diseño de entonces y de hoy, a saber: Ray y Charles Eames, Harry Bertoia, Richard Schultz, Donald Knorr e Isamu Noguchi.

Sling Sofa, 1964.

Ya, a poco de recibirse, su curiosidad inagotable lo había llevado a entrevistarse con los principales arquitectos modernos de su tiempo (Mies van der Rohe, Walter Gropius, Le Corbusier, entre otros), con el objeto de publicar artículos que terminarían por concretarse en un proyecto afortunado, acaso el antecedente de su rol como editor de la prestigiosa publicación Architectural Forum. “Siempre preferí el final conceptual al final de la acción”, dijo. Aunque el arquitecto Rafael Iglesia, por ejemplo, acote que “no es verdad que sólo haya reflexionado sobre el diseño sin practicarlo”.

Prueba de ello es su -codiciadísimo por coleccionistas- Platform bench (1946) presentado en el catálogo de Herman Miller como “una base alta para objetos profundos y no profundos, pero que también sirve como mesa baja con lugares de asiento adicionales”. En suma, su base de arce sólido con listones espaciados que deja pasar aire y luz, más su fino terminado en dos patas ebanizadas, permite que sea utilizado para sentarse, mostrar obras de arte, plantas u otros objetos, o bien como mesa baja para revistas, una TV o similares.

¿INNOVACIÓN O CREATIVIDAD?

Un zap. Así es como George Nelson describe a su instante creativo: “Momentos inesperados de inspiración en que el individuo solitario se siente conectado a una realidad con la que nunca soñó”. En uno de estos zaps surgió, por ejemplo, su gran concepto de urbanismo, “la zona peatonal”, que surgió trabajando en la investigación de un artículo y fue el resultado de la observación de fotografías aéreas de ciudades devastadas.

Pero en estos zaps también resolvía cuestiones pragmáticas como que las patas de las sillas fuesen sencillas de ensamblar, o bien que las mesas y escritorios pudieran enviarse desarmados, o idear una forma de ingeniería por la cual las patas de metal de una mesa o silla pudieran conectarse. Todas las soluciones resultaron en grandes avances, del mismo modo que sus reflexiones.

Un práctico escritorio cuyo diseño se adapta a las necesidades tecnológicas de hoy, junto a una confortable silla con asiento y respaldo separados, con descansa brazos anchos y planos (1958).

Multifacético, crítico y teórico, Nelson fue autor de una vasta obra bibliográfica donde plasmó sus ideas y conceptos. Del mismo modo, se preocupó por promover y discutir internacionalmente el diseño, la arquitectura y el urbanismo durante varias décadas. “Un diseñador tiene que ser capaz de oler lo que está pasando”, afirmó en algún momento. “Si tiene que diseñar una oficina para una sociedad postindustrial, tiene que sentir lo que ésta es y lo que será”.

En efecto, los espacios de trabajo serían una de sus materias de creación. Entre ellas, la Home Desk (1958), de base delicada de metal conificado cromado y una superficie de trabajo con revestimiento duro blanco y un bastidor continuo en madera de nogal enchapada; originalmente un secreter de mujeres y hoy un pequeño puesto de trabajo. Se suman escritorios en L, sillas basculantes, y sus originales relojes, puestos de trabajo, y una insólita sala de reuniones circular y móvil, que aún hoy logra sorprender.

Quienes lo conocieron destacan su jovialidad y su energía, impasibles. Y quienes fueron testigos de sus charlas en nuestro país (en 1981) destacan, entre otras, cosas su desconfianza hacia la tecnología, la cual sentía: “Se va transformando en más y más exitosa, y haciendo más y más cosas increíbles […], pero si se piensa en la tolerancia social, […] en toda la alimentación que necesita la gente, […] lo que es espiritual y estético, pero que está en el fondo de todas las cosas; se ve que la sociedad tecnológica resulta inmoral en cuanto a que alienta la destrucción, o la degradación o brutalización de sus miembros”.

Mix de sillas y sillones con brazos, asientos y respaldos tapizados (modelos 1602, 1603 y 9075).

El pensar que algunos colegas hacían demasiadas concesiones a las fuerzas comerciales de la industria logró irritar a algunos de ellos. Pero la visión de Nelson del modernismo no le permitía ver de otro modo; y su humanismo tampoco.

Un pretzel. Antes aún del Marshmallow o del Coconut, este pan alemán había sido, en 1952, la inspiración de una silla de madera laminada con respaldo, apoyabrazos y cuatro patas que se cruzan bajo el asiento llamada Pretzel Chair.

De aspecto delicado, su “peso reducido, transparencia y silueta elegante” serían, en palabras de Nelson, las cualidades decisivas a la hora de adornar una silla. Acaso por eso haya sido ésta la pieza que Vitra eligió para una edición limitada de mil unidades en conmemoración del centenario del nacimiento del diseñador. +

(*) Este artículo es una adaptación del publicado en la edición #18 de Revista 90+10.