El método Ulm

Posterior a la Bauhaus, la escuela alemana de HfG Ulm (1953-1968) marcó un hito en cuanto a la enseñanza del diseño. Sus lineamientos, innovadores hasta el día de hoy, apartaron a la disciplina definitivamente del arte, incorporando a la tecnología y la industria como elementos culturales, y aceptando a las ciencias como punto central de referencia.

Texto: Simonetta Darcy (*)

Quien egresaba de la Escuela de HfG Ulm recibía, a modo de diploma, una hoja blanca tamaño A4, doblada a la mitad y escrita con tipografía Akidenz Grotesk tamaño 10, en tinta negra. Cuentan -las buenas o malas lenguas- que las primeras promociones no aceptaban el certificado. Las excusas eran que éste era un residuo pequeño burgués o, mejor aún, que no servía para nada. ¿Reunión de graduación? Ni en sueños.

Pero para qué mentir, nada de lo que sucedía en esta institución se acercaba remotamente a lo que uno hoy podría concebir como “lo habitual”. Durante sus quince años de vida (de 1953 a 1968) HfG Ulm recibió a 640 estudiantes, de los cuales se graduaron 215.

En rigor, las horas semanales de clase ascendían a 36, aunque lo cierto es que generalmente éstas se dilataban entre análisis y discusiones de estudiantes y profesores. Estos últimos, nunca pudieron ser contratados oficialmente y la escuela, un organismo por demás irritante para el gobierno, nunca logró ser categorizada.

El libre pensamiento era, aún después de la Segunda Guerra, una amenaza. Finalmente, el agotamiento ante las críticas y cuestionamientos, las reiteradas intervenciones y los sacrificios físicos y económicos resultaron en el definitivo cierre de HfG Ulm.

Asimismo, el legado latinoamericano ha sido ciertamente notorio. Según Silvia Fernández, especialista en la materia, esto se debe en parte porque “ofrecía a los problemas contextuales una respuesta operativa y fáctica” y, además, “abogaba por la inserción del diseño en los procesos industriales, descartando toda especulación artística o decorativa sobre cualquier actividad proyectual”.

Más precisamente en la Argentina, el legado del artista plástico Tomás Maldonado, docente en HfG Ulm, tuvo gran influencia a través de revistas como Arturo (1944) y Nueva Visión (1951), así como la publicación del primer artículo de Arte Industrial en la Argentina en la revista Cea2 (1949).

Aún así, afirma Fernández, “la HfG Ulm se niega a ser un mito. A 50 años de su creación, su razón crítica y su anticonformismo, su condición de escuela no afirmativa, hacen suponer que no pasará a la historia como ficción alegórica”. En la amalgámica conciencia colectiva, la cosmogonía escuela-educación-Alemania-enseñanza-diseño pareciera haber quedado por siempre agrupada bajo el gran paraguas creativo que fue la Bauhaus. Caprichos del destino, los mitos, la historia (o mejor, los historiadores).

“La HfG Ulm fue exitosa, y de ninguna manera un emprendimiento fallido como sostienen –o quieren sostener- algunas opiniones conservadoras”, afirma Giu Bonsiepe, uno de los docentes que dio clases en este poco recordado aunque tan relevante establecimiento; y agrega: “No es casualidad que dos de las instituciones educativas más influyentes (la Bauhaus y la HfG Ulm) rechazaran las estructuras académicas establecidas. Dado que el diseño es un ámbito cognitivo y práctico que no encaja en las estructuras tradicionales de las escuelas superiores, con sus planes de estudios orientados según disciplinas, (…) en los que el potencial del diseño no puede desarrollarse plenamente”.

Fue Max Bill (reconocido arquitecto egresado de la Bauhaus, fundador y primer rector de HfG Ulm), quien primero habló de la necesidad de una escuela internacional, con miembros de diferentes culturas. Entre los convocados, estuvo el ya citado y destacado artista argentino Tomás Maldonado.

Del 30 de noviembre de 2007 al 10 de febrero de 2008, el Museo Nacional de Bellas Artes de Buenos Aires presentó las muestras paralelas “Modelos de Ulm, el diseño de la nueva Alemania / 1953 – 1968” y “Tomás Maldonado. Un itinerario”, ambas curadas por Dagmar Rinker y Marcela Quijano.

En la primera, desde bancos y tocadiscos hasta afiches y muestras de identidad corporativa (una de las modernas creaciones de Maldonado, si bien aquí es entendido no desde el consumo y la competencia, sino todavía desde un estado temprano que sólo considera al espectador), prestaron testimonio de las siglas que responden a la Hoschschule für Gestalung Ulm.

Desde 1953 y hasta 1968, la escuela logró gran reconocimiento internacional gracias a su carácter interdisciplinario. Estudiantes de todo el mundo, especialmente latinoamericanos, acudían a escuchar obnubilados las refrescantes clases que dictaban personalidades de la talla de los mismos Maldonado y Bonsiepe, como Hans Gugelot, Friedrich Vordemberge-Gildewart y Alexander Kuge, más invitados varios.

Tras la partida de Bill en 1957, los docentes más jóvenes iniciaron una nueva fase. “El diseño de producto no es arte”, afirmó Maldonado (quien había sido invitado por Bill en 1954 para integrarse al cuerpo docente de HfG Ulm), y con sus palabras sepultaba un movimiento que se había iniciado con el movimiento Arts & Crafts y había continuado hasta la Bauhaus. Oitl Aicher lo siguió: “El diseñador ya no es un artista superior, sino un socio igualitario en el proceso de decisión de la producción”.

Con la tecnología y la industria considerados como productos culturales, y la ciencia como referencia fundamental, el objetivo de la escuela se convirtió en ofrecer soluciones para el progreso, valiéndose de nuevos materiales y técnicas. Por su parte, Maldonado (intelectual, artista y diseñador) ya no volvió a vivir en el país, si bien “mantuvo estrechos vínculos y contribuyó a la creación de diversas instituciones educativas locales relacionadas con el diseño”.

HFG (HACER FILOSOFÍA DE GUÍA)

La citada Silvia Fernández, autora junto a Giu Bonsepe del libro “Historia del diseño en América Latina y el Caribe” de Editorial Blüchner, opina que la escuela de HfG Ulm marca: “La bisagra entre dos universos, el modernismo y su extensión, el postmodernismo”. Y Bonsiepe completa el análisis del contexto histórico, “Eran los años 50, durante la reconstrucción de un país destruido por la Segunda Guerra Mundial, y con una ciudadanía traumada por el fracaso del nacionalsocialismo”.

Y Fernández agrega que la HfG Ulm fue “quien toma en cuenta la industria como manifestación de cultura, y la incorpora al conocimiento intelectual, rompiendo con la tradición alemana entre ‘civilización (técnica) y cultura (espíritu)’”.

El diseño industrial todavía no era concebido como tal, y en cambio se hablaba en Alemania de “gráfica comercial y gráfica industrial”. El objetivo, por tanto, fue el de lograr una “buena forma”, con todas sus implicancias estéticas. Estos profesionales se formaban en escuelas de arte y oficios, bajo un concepto de “arte aplicada”.

El quiebre de la HfG Ulm, precisamente, partió de embanderar una clara división de conceptos. “El diseño no tiene nada que ver con la acción de convertir al día a día en algo artístico. El diseño es diseño –y nada más”, concluye Bonsiepe. Así, un principio antagónico sería concebir al diseño como una forma de embellecer a la vida cotidiana mediante el arte.

“Ninguna otra disciplina integró explícitamente disciplinas científicas de modo comparable en la extensión y variedad en el currículum, o les asigno tal lugar”, afirma Bonsiepe, y suma: “La HfG Ulm se concentró en la materialidad de los objetos, dejando de lado su dimensión simbólico-comunicativa, o en todo caso, no otorgándole el lugar central que adquiriría más tarde”. Además, Ulm se concentró en “constituir al diseño como una disciplina autónoma, y rechazó los intentos de otros campos de apropiarse de él como una subcategoría suya”.

La mirada de la escuela, se concluye de esto, fue claramente sistémica: “No se ocupaba de una nueva lámpara creada por una estrella del diseño, sino del complejo más amplio (…), eso es, la cuestión de la iluminación. Se resistió a embarcarse a una mera danza discursiva y teórica alrededor de los problemas y, en cambio, se ubicó del lado de las soluciones”.

LA PRAGMÁTICA Y SU FORMA

La Escuela de HfG Ulm estaba compuesta por el Departamento de Diseño Industrial, dedicado a la integración de elementos funcionales, culturales, tecnológicos y económicos y, a la vez, en la investigación de funciones de uso. Con 249 estudiantes, era el mayor de la escuela. El Departamento de Construcciones se centraba en los métodos de producción modernos y urbanismo.

El Departamento de Información aspiraba a formar prensa, radiodifusión, cine, televisión y hasta publicidad, para una comunicación masiva transparente. Luego se incorporó al Departamento de cine, una de las primeras instituciones de teoría y enseñanza del cine de Alemania. Y finalmente, el Departamento de Comunicación Visual, dedicado a la implementación de información, transmisión, análisis y planificación de sistemas de información de medios modernos de comunicación hasta la gráfica, fotografía y el diseño.

Hoy en día, afirma Bonsiepe, “la formación del diseño se ha consolidado, lo cual no es lo mismo que decir que todas las preguntas relacionadas con ella han sido respondidas”. Acaso el mayor legado sea éste, pensar que en un tiempo lejano hubo una –y otras tantas- escuelas que hicieron grandes apuestas por una educación diferente. Que no está todo dicho. Y que no sólo el aprendizaje es infinito, sino que la forma de adquirirlo también.

Vale la pena pensar nuevas formas fuera de las universidades y los libros de textos, incluso complementarias, de que conocimientos tan creativos como puede serlo el diseño, encuentren una forma propia que no se acerca a la mecánica ni al arte. Una forma propia. +

| Fuentes consultadas. Giu Bonsiepe. Sobre la relevancia de la HfG Ulm (Simposio) 2003-2007 | Silvia Fernández. El origen de la enseñanza en América Latina. Ediciones Nodal, La Plata, 2004 | Museo Nacional de Buenos Aires, texto curatorial. Modelos de Ulm. 1953-1968. Noviembre de 2007 | Museo Nacional de Buenos Aires, texto curatorial. Tomás Maldonado. Un itinerario. Noviembre de 2007.

(*) Este artículo es una adaptación del publicado en la edición #19 de Revista 90+10.