Los vidrios transparentes de Ana Manghi

Entre la búsqueda artística personal y los encargos de revestimientos y baldosas vítreas para decoración, Ana Manghi se encontró con el diseño de piezas únicas en vidrio soplado. Transparentes, como ella.

En el barrio de Villa Crespo, casi en el límite con Palermo, hay un gran paredón blanco que oculta una vivienda también blanca, de arquitectura funcionalista. “Fue la última casa de Bucho Baliero, el del sillón Madrid”, nos dice su dueña, la artista plástica (y diseñadora) Ana Manghi.

A Ana se la conoce por su trabajo en vidrio: baldosas, revestimientos y paños texturados para ventanas, siempre hechos a mano con la técnica de vitrofusión. También creó una serie de frascos totémicos junto a Luz Arias, que presentaron en DaRA Galería de Diseño en 2019: formas geométricas bien definidas que proponen un juego, con bolitas que salen o entran en las estructuras. A veces, algunas partes están coloreadas y dan un aspecto más sólido, mientras que otras permanecen transparentes.

En los últimos tiempos, está desarrollando unas piezas en vidrio soplado que son pesadas, transparentes, de bordes gruesos, que parecen derretirse, y actúan de centros de mesa, floreros, contenedores. Hasta las vimos haciendo de champagneras en un evento de vinos. Porque ya sea que lleven su firma arenada en la base o no, el estilo de Ana Manghi es inconfundible. Esas piezas originales son las que nos traen a su casa-taller.

FORMAS ÚNICAS

Cada mañana a las 7.30, Ana Manghi practica yoga. También ama cocinar (es sushi woman), y le encanta recibir en su casa (¡una vez cocinó para 50 personas!). Tiene una bicicleta plegable que lleva de viaje para recorrer las ciudades sobre ruedas: sólo con un carry on y su bici, conoció Japón, Nueva Zelanda, Dinamarca. Y sus próximos destinos son Etiopía y la India. 

Su otra pasión son las plantas, que están por todos lados y que compra compulsivamente, porque le resultan muy inspiradoras. Les hace macetas en vidrio -de apoyo o colgantes- según sean acuáticas, orquídeas, suculentas, y hasta les agrega un recipiente para que drene el agua. A su vez, las plantas pueden suelen ser un punto de partida para sus dibujos y collages. 

Porque Ana estudió Bellas Artes. Hizo todo el recorrido formal: transitó la Escuela de Bellas Artes de Quilmes, luego la Pueyrredón; más tarde la Cárcova en dos especializaciones (pintura y escultura), además de hacer talleres y clínicas relacionadas con su obra personal. “Y me recibí de Profesora Superior aunque nunca ejercí, porque no te recibís de artista… Sin embargo, el título tiene un amplio espectro, y te habilita para hacer un montón de cosas. Estudiar arte es un disparador”.

+¿Ya desde chica tuviste muy marcado que querías ser artista?

Sí, ¡lamentablemente! (risas). Era tan clarísimo, que me daba bronca. Pero no quería ser una artista bohemia. Más allá de lo que hiciera como parte de mi búsqueda personal, siempre hice piezas relacionadas con la decoración, con una utilidad. Inmediatamente, cuando hice las primeras propuestas, me enganché con estudios de arquitectura que buscaban ofrecer cosas diferentes. Y ya hace 23 años que hago cosas para arquitectos. Esa era mi cuestión de trabajo que, indefectiblemente, fue afectando mi obra. 

+¿Qué trabajos hacías al principio?

Al principio, eran distintas muestras para estudios; trabajos muy puntuales. Por ejemplo, había que hacer para un cliente algo que tuviera una textura de hojas en tonos marrones. Luego seguí con unas texturas con cemento que eran revestimientos, y unas baldosas de vidrio que patenté para volver productos, y empecé a participar de las ferias locales de la construcción, como Batimat Expovivienda y Fematec. Y en el exterior, en Tendence y Ambiente en Frankfurt, BAU en Munich, Cevisama en Valencia, y otras. Yo era como la diseñadora entre los expositores de esas ferias.

+Entonces, entraste en la industria de la construcción con estos productos…

Sí, empecé a vender en las provincias con un distribuidor, y con el tiempo me agoté, y empecé a pintar de nuevo, muchísimo. Por un lado vendía mis productos y por otro, hacía obra artística, y vendí gran cantidad también. Luego empecé a hacer piezas en vidrio para plantas, para orquídeas, pero ya no con vidrio vitrofusionado, sino soplado. Y después hice unas construcciones que eran piezas sopladas con moldes y una adición de piezas que formaban tótems, que derivaron en las piezas sopladas que ahora estoy haciendo.

+Que son divinas, y no hay nada igual. Donde se vean, son las tuyas.

Sí, y quiero que sean gordas, que las formas sean bien torturadas. Lo más raro posible; lo que más descoloca es lo que más me gusta, cuando la forma sugiere. Es escultura, y es una cosa súper fortuita. Vos pensás ir por un lado, pero después la pieza te lleva para otro, y resulta que no estaba en la cuestión del soplado, sino en cómo hacías los cortes. Es todo un proceso.

+¿Cómo trabajás esas piezas? ¿Las pensás, las bocetás?

Sí, a veces, para llegar a una pieza hay muchos percances, ¡muchísimos! Quiero lograr algo, y tengo que hacer tres intentos para recién en el cuarto entender que por ahí no es, e ir por otro lado. Hacés muestras y muestras para ir arrimando, y en eso sale la pieza, y con esas pautas, hacés media docena. Pero todas las piezas son diferentes aunque tengan la misma forma.

+Una vez que definiste el diseño, ¿cuánto se tarda en hacer una pieza?

No mucho; somos un equipo de gente. El soplarla es rápido, pero luego hay que cortarla, pulirla, y les estoy arenando mi nombre abajo. Hay piezas que pesan como 10 kilos, y las hacemos varias veces. Y en cada etapa podés cometer errores y tenés que volver a empezar. A veces se van de mambo y son muy gordas, pero me gustan así porque son más sólidas, las paredes distorsionan las imágenes, son mucho más seductoras, y el peso es lindo. Hago piezas para que cuando entrás en una casa, digas “¡Guau!” Que llamen la atención.

LA TRANSPARENCIA

Las piezas de vidrio de Ana Manghi funcionan muy bien como centros de mesa o floreros, en forma individual y en conjunto, o cuando componen instalaciones. “Hace poco hicimos una puesta espectacular en el Teatro Colón con orquídeas. Me gusta que se vea una totalidad. En Casa FOA hice una pared con piezas de vidrio conteniendo plantas de distintas formas. Y en otro espacio armé un arcón lleno de piezas totalmente dispares. Mostrás un universo”.

+¿Estas piezas únicas son siempre transparentes?

Podrían ser de color, pero yo no las hago. Porque les matás la profundidad al agregarle color. ¡Transparentes son muchísimo más interesantes!

+¿Pensás seguir trabajando en vidrio, o estás investigando otros materiales?

Estoy haciendo sólo esto. Durante años di talleres de vitrofusión y me encantaba dar clases, pero en este momento, quiero poner toda mi energía acá. Con la edad, te ponés más selectiva… 

Ana nos va mostrando su casa. Nos acompañan la perra y varios gatos que se cruzan cada tanto. Hay muchos objetos (y muy distintos), que trae de sus viajes. Hay un panel divisorio de vidrio que armó para un stand, y cantidad de telas enormes pintadas en grafito y lápiz de color. Todo tiene un lenguaje común. 

“Practico yoga todas las mañanas. Soy muy viajera, y como tuve que parar durante la pandemia, ahora vuelvo al ruedo. Y soy `ubicadora´ de gatos: me encargo de encontrarles un hogar, aunque muchas veces, ese hogar termina siendo mi propia casa. Me hace bien ayudar. Soy muy transparente, como el vidrio”.+