Es la primera fase del proyecto global, compuesta por 10 aulas y los espacios de cocina, instalaciones y almacenes. La segunda fase acogerá la entrada y los espacios de administración, salas de profesores y de reuniones.
EL EDIFICIO Y SU ENTORNO. CÓMO LLEGAR
El edificio se encuentra en el borde de la zona residencial Valterna, en el municipio de Paterna (Valencia), en una franja destinada a equipamientos situada entre los edificios residenciales y el barranco de En Dolça, barranco que separa Valterna de la zona de expansión urbana denominada La Pinada, de los mismos propietarios que el Colegio.
La primera decisión proyectual es que la entrada al Colegio se efectúe desde el barranco y no desde la ciudad. Hay que tener en cuenta que, dado el tipo de enseñanza, los alumnos inicialmente procederán de toda el área metropolitana de Valencia por lo que en su gran mayoría acudirá en transporte privado, hasta que se desarrolle el nuevo barrio La Pinada y gran parte de los usuarios del colegio provengan del mismo.
Situar la entrada de los alumnos en el vial recayente a la ciudad provocaría el colapso del tráfico de esta calle que actualmente ya esta congestionada. La propuesta se basa en el acondicionamiento de un aparcamiento al otro lado del barranco de manera que la entrada se aleje de este vial y quede en espera de la realización del nuevo barrio.
El barranco se incorpora al proyecto, reconociendo su papel como elemento natural vertebrador del territorio y superando la visión como algo negativo y peligroso que pesa sobre los barrancos en nuestro imaginario cultural.
Los niños acceden al colegio cruzando un bosque de pinos, por pasarelas de madera elevadas del suelo, viendo el colegio a través de las copas de los árboles. Los padres podrán aprovechar los remansos de este recorrido como lugar de encuentro y descanso cuando lleven o recojan a sus hijos. Los niños no desaparecen detrás de una cancela, hay una transición y un recorrido de preparación para llegar al colegio… y la ciudad queda atrás
LOS ESPACIOS INTERIORES
El edificio se deforma adoptando la forma en planta de “S” para configurar dos espacios exteriores: una plaza de acceso al oeste y un patio de juegos al este, partiendo de la premisa de que dos espacios exteriores con dos orientaciones distintas aportan mayor flexibilidad que un único espacio.
Todas las aulas se vuelcan al barraco y al bosque de pinos. Desde todas las estancias la conexión visual con la naturaleza es la protagonista y el centro de atención, ya que no existe la pizarra o la mesa del profesor. Las aulas están distribuidas en cinco áreas a las que el alumno accede libremente de acuerdo a sus inquietudes y necesidades: área sensorial, área de la vida práctica, área de lenguaje, área matemática y área de estudios culturales.
La entrada a cada aula se realiza a través de un vestíbulo con taquillas y bancos donde los niños se descalzan y quitan los abrigos. El arco de baja altura en el muro nos señala que estamos entrando a espacios pensados para la escala del niño.
Para disfrutar de mejor iluminación y ventilación se han diseñado unos espacios verticales de triple altura, a los que llamamos captadores solares, que se sitúan en posición central y que aportan un espacio adicional y una conexión visual transversal entre aulas.
Cada aula se complementa exteriormente con una terraza cubierta, un pequeño anfiteatro, una fuente y un árbol de hoja caduca. Cuando el tiempo lo permite el aula se abre al exterior y el árbol con sus cambios estacionales se convierte en un compañero más.
El proyecto crece como un organismo, cada célula adquiere su forma según sus necesidades para después agruparse y relacionarse con las otras células. Una vez dispuestas las aulas en abanico, el espacio de relación que las une no es solo un lugar funcional de paso, sino que, con sus ensanchamientos, sus rincones y sus balcones y pasarelas sobre el patio exterior se convierte en un espacio de reunión, de trabajo y de juego. Un ágora volcada al exterior pone punto final a este recorrido de espacios de relación.
En todos los espacios hay rincones diseñados para la escala reducida de los niños: aprovechando altillos sobre los aseos en las aulas, bajo los rellanos de las escaleras, junto a ventanas a ras de suelo. Espacios no accesibles por su reducida altura para los adultos y que se convierten en reducto y santuario de ese estado que llamamos infancia.
LOS ESPACIOS EXTERIORES
Los patios de juego y zonas ajardinadas (patio Este, terrazas al Oeste y bosque de pinos al otro lado del barranco) se diseñan o mantienen como espacios naturalizados: raíces, troncos, ramas, hojas secas, piñas, espárragos en primavera y setas en otoño son sus componentes. No son espacios asépticos. Nada de césped, y mucho menos césped artificial. Se trata de que los alumnos interactúen con la naturaleza, no de crear un decorado verde. Tampoco hay pistas deportivas ni campos de fútbol, se trata de crear espacios de relación, tranquilos e igualitarios entre géneros.
Los desniveles se aprovechan para generar rampas, toboganes, escaleras y muros de escalada, balcones y pasarelas, refugios y cuevas… y cuando llueve, cuando llueve de verdad, ver pasar el agua tumultuosa por el barranco.
LOS MATERIALES
Uso masivo de los materiales de menor huella ecológica: barro cocido y madera.
El barro cocido en los muros de carga de 2 pies de espesor realizado con ladrillo perforado, convencionalmente no apto para dejar visto, en las bóvedas de ladrillo macizo de tres roscas, también estructurales, en los pavimentos. Madera en la estructura y en el panel de cubierta, en los cerramientos interiores y exteriores, en la carpintería.
El hormigón sólo se emplea en cimentación y el acero en pilares singulares y barandillas. No hay revestimientos, no hay falsos techos ni falsos suelos, no hay forros. Todo está a la vista, el muro de ladrillo es estructura, es partición y es revestimiento, con su textura, con sus defectos. Las instalaciones están vistas, se puede seguir su trazado por todo el edificio, se puede entender cómo funciona todo, como se soporta, como se construyó. El edificio es el primer material didáctico del Colegio.
Y todo ello bajo el manto ondulante de la cubierta verde, una pradera que descenderá, cuando se complete la segunda fase, hasta apoyarse en la valla perimetral, que cubre, aísla y da inercia térmica, que protege todo el edificio del sol y la lluvia. La construcción quiere desaparecer, pasar desapercibida bajo el manto verde que es la verdadera fachada cuando miramos desde la ciudad, desde la lejanía, desde nuestros ordenadores al volar con Google Earth. Una obra de Gradolí & Sanz Arquitectes.
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