Lucila Iotti y su pasión por lo vintage

A Lucila Iotti siempre le atrajo el diseño vintage. Hace poco, entendió que descubrirlo y venderlo era su nueva pasión. Y creó Pompa.

De profesión zapatera, abrió su local en Palermo en 2007, para ofrecer sus stilettos coloridos y sus abotinados soñados que trascienden tendencias y temporadas, con una calidad suprema y una belleza tal, que hasta podrían exhibirse como objetos de decoración. Los zapatos más lindos que jamás tuve son de Lucila Iotti.

Aunque pensó que siempre se dedicaría a los zapatos, un día llegó la pandemia para cambiarlo todo, y también dar nuevas posibilidades. Esos meses de aislamiento social hicieron que todos miráramos hacia adentro, redescubriéramos nuestros espacios, y quisiéramos volverlos más cálidos, más propios. Esto hizo resurgir una pasión que Lucila tenía hacía tiempo y hacerla realidad: la de seleccionar y vender objetos vintage. Así nació Pompa.

“Pompa no es la de jabón. Tiene que ver con la exuberancia, la riqueza, con entrar con toda la pompa”. Así define Lucila su proyecto de curaduría de objetos recuperados, que elige e imagina en los hogares ajenos. “Son objetos de otras épocas, tesoros, flechazos al corazón. Son objetos de mucha belleza, que cobran nuevo sentido cuando llegan a nuestras casas y además, nos invitan al consumo consciente”, explica.

TESOROS VINTAGE PARA EL HOGAR

Vasos, copas, tazas, floreros, centros de mesa, lámparas, y alguna que otra pieza de mobiliario. Durante la pandemia, Lucila notó que lo vintage estaba en auge y empezó a meterse en ese mundo, “esa cosa de descubrir y elegir objetos. No da lo mismo cualquier vintage, cualquier época, ni cualquier tipo de objetos. Terminé descubriendo una nueva pasión que no pensé que iba a entrar en mi vida, y que me trajo un aire fresco, un descanso. Por supuesto, me dan ganas de diseñar cosas; ya tengo una carpeta de ideas… Pero por ahora estoy feliz con la búsqueda de los tesoros que voy encontrando, ¡y que a veces no puedo creer!”.

+¿Qué fue lo primero que vendiste?

Lo primero que vendí fueron objetos míos. La verdad es que tengo bastantes objetos porque siempre me gustaron, y tenía varios vidrios de hace muchos años: unos pisapapeles, un florero divino de Murano… Y me lancé a vender eso. Un poco también para hacer lugar en casa. 

+Empezaste vendiendo cosas tuyas, y por dónde seguiste buscando después?

Tengo multiplicidad de ramas. Empecé a investigar los remates: a veces hay cinco por semana, y estoy todo el tiempo muy atenta a eso. Después, hay mucha gente que quiere sacarse cosas de encima y vende lotes. Dentro de un lote puede haber cosas que sirven y cosas que no… Las cosas tienen que circular. 

+¿Qué entra y qué no dentro de tu curaduría en Pompa?

Los vidrios son hermosos; he vendido unos centros de Murano que son increíbles. La franja de los años 60/70 más que nada, no más atrás. Algunas cosas más kitsch de cerámica son de los 80, o de los 90 inclusive. Yo iba a bailar al Dorado, a la Age, al Morocco, todo ese mundo kitsch también está dentro de mi curaduría; no lo descarto. También me encanta el mobiliario, pero eso ya es meterse en otro mundo, que requiere de mucha restauración y espacio de guardado. 

+Contame de algún “hallazgo” que recuerdes…

Una vez, vendí un reloj que está en la colección permanente del MoMa. Empecé a investigar, y era el reloj Cifra 3 de 1965 del diseñador Gino Valle, que hasta ganó un Compasso d’Oro. Estoy aprendiendo un montón sobre diseño, y así voy entrando en otros mundos… A algunos objetos tal vez ya los conocés, o por ahí sabés que algo es de Guzzini, pero no sabés quién está detrás del diseño. Y surgen los nombres y apellidos, y las historias de esas personas, que también me resultan apasionantes.

+Y hay mucho diseño anónimo, que nunca sabrás de dónde salió…

Empecé a prestar atención a los sellos, a las porcelanas Magdalena que son argentinas, la Plastiloza, pero hay un montón de cosas que no se saben. Los vidrios son muy difíciles; algunos salen una fortuna porque están firmados, y hay otros que no están firmados, pero podrían ser Querandí o Churba. En general, si no son de acá, son italianos, de gente que los compraba en viajes.

+¿Qué es lo que más se vende?

Las piezas funcionales. Todo lo que son copas, vasos y tazas se venden mucho. Hay mucha gente joven comprando objetos útiles. 

+Y no les importa armar el juego, se llevan lo que hay…

En general, vasos y copas las vendo por unidad; podés comprar lo que quieras. Hay mucha gente que me compra un dúo de vasitos, o que le gusta tener todas copas distintas. Por ejemplo, me van quedando muchas copas sueltas, y cuando viene gente a casa, me gusta armar una mesa en donde todo sea de diferentes formas y colores. Me van quedando piezas huérfanas o por ahí, algunas se rompen un poquito y me las quedo. A mí no me importa que tengan algún detalle. 

REVALORIZAR LO COTIDIANO

En la terraza está el depósito, donde se despliega toda la vajilla. Un espacio con mucha luz y salida a la terraza. Hay una lámpara rarísima de acrílico, de forma hexagonal, que tiene dentro flores artificiales que rodean un ramillete de fibra óptica. Cuando se enchufa, gira y se prenden los filamentos. “Para mí, esta lámpara representa la peli Con ánimo de amar, de Wong Kar-wai. Cuando la compré, le faltaba la tapa de arriba y la mandé a hacer. Es bastante kitsch y es única”.

También hay un destapador con forma de cara y varios ceniceros que pueden usarse como “despojadores”, esos contenedores para dejar las llaves, los aritos, los anillos; como un alhajero sin tapa. Hay cajas enteras de vasitos Durax para vino, hieleras y copetineros de plástico. Las piezas de vidrio con burbujas de formas orgánicas e irregulares son las preferidas de Lucila. Están confeccionadas con una técnica italiana muy antigua que maneja capas de color y se llama «sommersa».

+Hay objetos que fueron pensados para un determinado fin, pero que con el tiempo se resignifican, ¿no?

Hace poco encontré unos potiches rosas que supongo que son de tocador, y me parecen una cosa increíble, el color. Inclusive, si les sacás la tapa, pueden quedar como floreritos. Son hermosos como objetos de decoración, más que como objetos de uso. Es lo mismo que pasa con los vidrios, los Muranos. Hay gente que me pregunta para qué sirven los centros de mesa. Si querés, les podés poner frutas (que no quedan mal), pero seguramente va a quedar mejor vacío, porque solamente el vidrio es espectacular. 

+¿Te da pena vender ciertas cosas?

Y sí, algunas cosas me las quiero quedar, pero trato de no meterme en esa. Me quedé con una lámpara. Había comprado dos en un remate, una la vendí y otra me la quedé, porque tiene una rotura en la parte de atrás, aunque no se ve. Tengo una lámpara Ilum, de industria argentina, que me compré en el mercado de pulgas hace 20 años y la amo. Está impecable, y en algún momento pensé en venderla, pero me parte el corazón.

+Son muy lindas las fotos de Pompa Vintage. Tienen un misterio, un silencio que habla…

¡Las hago yo con el celular! De alguna manera, el feed de IG me representa en cuanto al diseño. Está volcada ahí mi pasión por los colores. Si bien no estoy diseñando, las fotos me permiten volcar mi creatividad. Esa parte del trabajo es hermosa. La clave es la luz del sol, las sombras. Tenía un cierto ejercicio de hacerle fotos a los zapatos: cuando no hacía una campaña con fotógrafo, por ahí las fotos de producto las hacía yo. Pero fotografiar objetos es más fácil que ropa o zapatos. Esto fluye de otra manera y con el sol, los vidrios dan unos reflejos que hacen a las fotos más hermosas todavía. El propio objeto que te da un montón. 

+¿Cómo pensás que sigue este proyecto?

En algún momento, me encantaría hacer algo con vidrio. Pero por ahora, estoy re feliz con Pompa, y me está yendo muy bien, ¡estoy vendiendo un montón!+