Casa Taller, la Paisanita

En Córdoba, en un terreno con casi 45º de pendiente, con el sonido del río y vistas hacia las sierras y las copas de los árboles; se desarrolla el proyecto. Una casa donde vivir, trabajar, escribir. Un entorno de soledad y tranquilidad que permita recuperar la capacidad de trabajo filosófico.

OPUESTOS COMPLEMENTARIOS

En un juego de opuestos complementarios, apenas se apoya en patas. Mientras su cuerpo es pesado, su coronamiento ligero. Por momentos abierta, gana las vistas y permite el ingreso del sol. También contundentemente cerrada en busca de una conexión interior. Una arquitectura que pone en valor al paisaje.

Se accede desde arriba, la calle, a través de la cubierta que no supera el punto más alto del lote para no interrumpir las visuales. En un paseo de contemplación, se recorre gradualmente hasta ingresar por abajo.

Es este planteo el que, a su vez, posibilita bajar al propio terreno natural. De geometría clara, define un muro de contención que resuelve el lugar de llegada en relación a la montaña. Un puente se desprende y conecta. Angosta, su pisada es casi como la de una “cabra” en la misma cota.

Vertiginosa como su topografía, apila el programa habitando en diferentes alturas desde su terraza hasta el suelo. Desde afuera, mono material. Una obra gruesa que emerge del lugar. Es el hormigón armado el que lo resuelve todo.

La estructura y el espacio; la relación con el suelo y con el cielo. Sus muros cobran un acabado rugoso capaz de evidenciar el paso del tiempo e imprimir en la obra el clima y los tonos del propio lugar. Por dentro, el espacio cobra escala y se tensiona. Sus singulares proporciones, cambios de altura, aberturas absolutas o cerramientos completos, muestran o esconden el paisaje.

Revestida absolutamente en madera, un material cálido en contraposición al exterior áspero, que al ingresar deja percibir su perfume tan particular. Habitando a la altura de la copa de los árboles, un área de estar, comer, cocinar y despertar, conecta con el paisaje.

En contraste, un entrepiso introvertido, de planta libre y suspendido sobre la totalidad del vacío. Se ilumina desde abajo (luz nadir) logrando un ambiente que favorece la introspección de quienes lo usan. Un lugar para escribir, leer, propone otra relación con el paso del tiempo al desconectarte del exterior, en un viaje con tu propio interior.

Lejos de ser una construcción frágil, como una nueva pieza en la montaña, su síntesis formal es acompañada de una simpleza material. Recurriendo a una tecnología elemental y “hecha a mano”, la propuesta se reduce a pocas operaciones poniendo en valor al paisaje en una actitud respetuosa.

La propuesta no transforma la topografía natural y propone diferentes situaciones en una serie de “especies de espacios” exteriores e interiores, íntimos o abiertos donde todo pasa… mientras el aire y el agua siguen corriendo bajo la casa. Una obra de Agustín Berzero + Manuel González Veglia (Tectum arquitectura).

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