Dieter Rams. Foto: Luke-Hayes

Dieter Rams: El poder de los principios

Repasamos la obra y filosofía de quien supo declarar 10 principios del diseño, una Biblia que aún sigue vigente. Con ustedes, Dieter Rams.

Hubo un tiempo en que el valor de la tecnología estaba dado, nada más ni nada menos, que por su función. Una tostadora debía calentar pan, un equipo de música debía emitir sonido y una computadora debía proyectar las imágenes de sus operaciones. Poco importaban los cables, carcasas, perillas o visores. Pero luego llegó Dieter Rams, el visionario de una generación que supo dar nueva estética a los artefactos eléctricos.

Con una fuerte influencia de la Bauhaus y la Escuela de Arte de Ulm, este alemán fue pionero en alcanzar un estilo propio de creación moderna, sin descuidar la supremacía de la función. Desprovistos de decoración, simples en su ejecución y con un cohesivo sentido del orden, sus objetos hicieron historia y siguen siendo inspiración para diseñadores como Jonathan Ive y Jasper Morrison, quienes reconocieron su influencia en Apple y Rowenta, respectivamente. En efecto, Ive –el creador del iPhone y la iMac-, aún no había nacido cuando Rams inventó el hi-fi en la estética minimalista de su radio SK4.

“Less and more” (Menos y más) es una de las ideas con las cuales Rams formó generaciones de diseñadores que lo sucedieron, y esta frase es también el título del libro que le rinde homenaje a su diseño, con una colección de imágenes de productos y modelos, sumado a textos de expertos que reevalúan su trabajo en el contexto contemporáneo. Lanzado en enero pasado, detalla la visión de uno de los diseñadores más influyentes del siglo XX, y su completo entendimiento sobre lo que el diseño es y debería ser.

LA SEMILLA

Corría 1932. En Wiesbaden, Alemania, nacía el pequeño Dieter. Algunos años más tarde, de niño, lo que más disfrutaría sería mirar a su abuelo carpintero trabajar; tal vez por eso interrumpiría sus estudios de arquitectura y diseño, en la escuela de arte local, para ser aprendiz de un carpintero durante un año.

Once años después se sumó a un estudio de arquitectos de Frankfurt, hasta que en 1955 entró a trabajar a Braun como arquitecto y diseñador interior. “Me habían contratado como arquitecto –contó él en una entrevista-. En el departamento de diseño, una de mis tareas pronto pasó a ser armonizar la relación entre diseñadores y técnicos, y desarrollar una confianza recíproca. Efectivamente, el proceso de diseño no tenía forma”.

Para 1961 ya era diseñador jefe, cargo que ocupó hasta 1995. Sus primeros pasos en la compañía fueron en tiempos de postguerra, de modo que la industria gozaba de los grandes avances que se habían desarrollado durante el conflicto bélico. Pero también, era un momento histórico signado por un cambio en el gusto de las personas. Los televisores, que hasta el momento habían sido escondidos en gabinetes de madera que se mimetizaban con el mobiliario, daban paso a una mayor sofisticación.

Uno de los primeros trabajos de Rams en Braun fue la famosa radio y equipo de música SK4, con una carcasa de metal, laterales de madera oscura y cubiertas de plástico transparente, que exponía el mecanismo a la visión y, en lugar de esconder el panel al costado, éste fue ubicado al frente y arriba. Los consumidores lo consideraron chic, y pronto recibió el apodo de “El ataúd de Blancanieves”.

Tan sólo un año después, Rams le ponía el moño a su creación con el lanzamiento del Atelier 1 hi-fi y parlantes. Antes de ese momento, los sistemas de estéreo contaban con parlantes integrados, algo que el diseñador separó, de modo tal que le permitiera dar vida a un receptor de unidad más compacta.

En sus palabras, su búsqueda no sólo residía en lograr productos sencillos de operar, sino también que la gente se divirtiera usándolos. Para cuando llegó la revolución pop de 1960, sus ingenieros luchaban por lograr una alta definición de sonido, no ya para la música clásica o el jazz, sino para nuevos estilos que además incluían al rock, el folk y la música electrónica.

No es de extrañar que por entonces, cuando la -aún incipiente- tecnología iba encontrando su camino, los proyectos respondían a necesidades fuera de lo que hoy se consideraría habitual. “En aquel entonces no existía ningún proceso de desarrollo lineal. Muchos diseños nacían de las emociones, por determinadas circunstancias, teniendo en cuenta las posibilidades específicas de producción. A mí, personalmente, siempre me gustaba enfrentarme con innovaciones técnicas”, contó.

Con el advenimiento de la tecnología de transistores, Braun pudo desarrollar productos de audio más pequeños, con grandes superficies para picar los botones diales y demás elementos operativos. Así, por primera vez, la empresa pudo diseñar un set de componentes modulares, como el parlante L45 y el grabador TG60. Todas las unidades, con excepción del tocadiscos, podían disponerse horizontal o verticalmente, o bien montadas en la pared.

De esta búsqueda de exhibición nació también la serie Audio 1, desarrollada por Rams específicamente para el sistema modular de guardado 606, el cual el diseñador había creado para Vitsoe+Zapf en 1957, y que le valió el prestigioso Gran Prix en la 11 Trienal de Milán. Construido como una serie de unidades intercambiables –incluyendo estantes, armarios y cajones-, la versión original combinaba madera de haya y puertas de un laqueado que imitaba la elegancia glacial de los SK4 y los Audio 1 y 2.

Radio portátil T 1000 para Braun, 1963. Foto: Koichi Okuwaki.

A fines de los 70, mientras las técnicas de producción se complejizaban y requerían cada vez mayores inversiones, el marketing comenzó a ganar más terreno, en desmedro de la creatividad. En palabras de Rams: “Todo dependía de la producción completamente automática, ya que sólo ésta permitía alcanzar las cifras de unidades planeadas. Tales instalaciones de fabricación eran obras maestras en sí, pero requerían enormes inversiones, por lo que una pregunta adquirió cada vez mayor importancia: ¿cuándo se amortiza el dinero invertido en la instalación? Luego, por ende, resultó cada vez más difícil imponer ideas innovadoras”.

En 1995, cuando abandonó su puesto en Braun y fue reemplazado por Peter Shneider, Rams aún se cuestionaba qué era el buen diseño. “Creo que los buenos diseñadores siempre deben ser avant-garde, siempre un paso delante de su tiempo –afirmó, en una reunión de directorio-. Deben cuestionarse todo aquello aceptado como obvio, deben tener intuición sobre las actitudes cambiantes de la gente, la realidad en la que viven, sus sueños, deseos, preocupaciones, necesidades y hábitos en el hogar. Y deben también asesorar realmente sobre las oportunidades y limitaciones de la tecnología”.

UNA CUESTIÓN DE PRINCIPIOS

Para Rams, el buen diseño no era cualquiera. Era uno solo, bien definido, porque cumplía 10 principios que redactó a comienzos de los 80, preocupado por un mundo que, a sus ojos, era “una confusión impenetrable de formas, colores y ruidos”.

De esta forma, para el alemán, un buen diseño debe ser innovador (en sintonía con los últimos descubrimientos), debe generar un producto útil (enfatizar la funcionalidad y no distraer la atención de ello), debe ser estético (sólo los objetos bien ejecutados pueden ser hermosos), debe hacer un producto comprensible (autoexplicativo), debe ser discreto (no decorativo ni artístico), debe ser honesto (no manipular al consumidor con promesas imposibles), debe ser longevo (al no estar a la moda, nunca parecerá anticuado), debe estar pensado hasta el último detalle (ni arbitrario ni dejado al azar), debe ser eco-friendly (preservando el medio ambiente y minimizando la contaminación), y finalmente, el buen diseño debe ser tan pequeño como sea posible (un regreso a la pureza y la simplicidad).

Basado en estas ideas, no es difícil concluir que, para Rams, los productos debían ser, no sólo elegantes y versátiles, sino además tener dimensiones modulares que pudieran implementarse de manera horizontal o vertical, con botones, switches y diales reducidos a su mínima expresión, y con colores que sólo pocas veces se permitían ir más allá del blanco y el gris. Además, sus productos siempre cumplieron con el objetivo de ser fáciles de operar.

Crítico de esta época, recientemente afirmó: “Llegamos al punto en que la palabra diseño ya no es buena. Los productos se renombran y siempre se agrega esa palabrita delante. Diseñador de zapatos, diseñador de esto o lo otro. Eso no ayuda. El diseño es una parte importante en nuestra vida, o cuanto menos si se hace de manera correcta. Es un movimiento terrible”.

Del aspecto de la industria, concluyó: “El motivo de los problemas actuales es que nadie desea admitir que tarde o temprano resulta imposible obtener un producto más acabado. Resulta imposible fabricar una afeitadora o una máquina de café que cuente con un elemento completamente nuevo, con excepción de su forma o del color. Y con ello se aspira a vender un número mayor de esos productos. ¡Es una utopía! […] Estoy convencido de que el camino acertado es producir menos productos, pero de mejor calidad”.+