Lucas Beccar Varela invita a jugar

Imaginar algo y que en la práctica funcione. Para la muestra “El sueño del pibe”, Lucas Beccar Varela construye sus obras de arte (¿o juguetes?), a partir de materiales de uso cotidiano. E invita a otros a jugar.

Caballos, servilletas, anteojos, diamantes, trompos. Objetos en los que Lucas Beccar Varela se detiene, y que elige como excusa para expresarse artísticamente. Publicitario, diseñador gráfico y artista visual autodidacta, posa su mirada sobre un objeto y lo cambia de escala: lo agranda o lo empequeñece, para llevarlo al absurdo, para darle énfasis a una idea.

En el Hotel Intersur Recoleta, Lucas presentó El sueño del pibe, una muestra que se centra en el trompo como objeto de análisis e investigación, para descubrir sus posibilidades narrativas. Y de paso, jugar un rato y ofrecer un momento agradable a los visitantes, que se maravillan con el movimiento de ese objeto inanimado que necesita de la intervención de un otro para girar. Hay trompos de madera, de vidrio, de acero, de lápiz y papel. Los hay grandes y pequeños, y también hay fotografías de esos trompos. ¡Imposible resistirse a jugar!

ESTAR EN EL EJE

Hace unos tres años empezó a interesarse por los trompos, pero recién hace tres meses que materializó esas ideas en las obras que se exhiben en la muestra. Empezó con los trompos más grandes, con el objetivo de que fueran diez. Pero para cuando iba por el tercero, se interesó en las copas de vidrio, con las que descubrió que también se podían hacer trompos. Y luego vino el trompo de metal, a partir de dos válvulas de motor de automóvil. Y le siguió el de lápiz negro y hojas de papel enhebradas, el que viene con una goma de borrar… Los trompos pequeños, sobre todo, giran sobre su eje con una belleza que cautiva por su simplicidad, y pueden probarse en una mesa con tablero de espejo, realizada por el mismo artista.

+¿Por qué los trompos?

LBV Con los trompos estoy hace tres años con la idea, pero todo el proceso de la muestra me llevó tres meses. Todavía no había bajado a línea lo de los trompos, pero sí los iba coleccionando, comprando, y hay muy pocos. Tuve que investigar bastante: estaba el trompo con soga de la que tenías que tirar, otro que se apretaba desde arriba….

+En «El sueño del pibe» hay trompos de madera, vidrio, metal.

LBV De hecho, podés hacer un trompo con un montón de otros objetos. Con platos, por ejemplo. Por eso, cuando empecé a descubrir las posibilidades, eran enormes. Pero en algún momento tenés que parar y hacer una muestra. Si no, podés estar eternamente experimentando. Lo importante es divertirse y que otros se diviertan también.

+¿Tenés un trompo preferido?

LBV El que más me gusta es el de metal, el de las válvulas, porque tiene un andar… El del lápiz también porque es tan sencillo: un lápiz y un pedazo de papel enhebrado. Es una linda síntesis.

+¿Tenés un taller con materiales y objetos que vas guardando?

LBV Hubo un momento en que acumulé bastantes cosas, pero tuve que hacer limpieza, porque vivo y trabajo en el mismo lugar. Al trabajar con distintas técnicas y materiales, para cada objeto tengo que armar un nuevo taller de alguna manera, no puedo tener mucha herramienta. Por ejemplo, cuando estaba trabajando en el trompo de metal, como había que pulirlo un poquito, lo llevé al ferretero de la esquina, que pensó que era un juguete muy antiguo, de unos 70 u 80 años. “Lo acabo de hacer recién y son dos válvulas unidas”, le dije. Y funciona bárbaro. Lleva orings como empuñadura, y hay que encontrarle el centro de gravedad y practicar.

YIRA YIRA

El que tiene como estructura un lápiz, con el movimiento dibuja libremente sobre el papel, y hay quien ve figuras en esas líneas que nacen aleatoriamente. Las copas se cortan a la distancia justa para que giren sobre su eje y se pegan. Según los materiales elegidos, Lucas investiga cómo se tratan, cómo se modifican. “Preguntando y googleando se llega a Roma”, aclara. Practicar y practicar hasta lograr que el trompo gire, perder el miedo a romper el espejo que la mesa de juego tiene como tablero en el Hotel Intersur Recoleta. Además, hay fotos de los trompos, que las hizo junto al fotógrafo Oscar Tuma.

Y están los trompos grandes, con cuerpo de placas de MDF facetadas y torneadas. A uno lo envuelve una soga de neón rosado. Se llama Mi grito al cielo, porque “mucha gente me decía que era muy el cielo de Magritte. Entonces, éste es Mi grito al cielo, porque cada uno tiene su cielo”. El de la abeja posee unas luces hexagonales que van cambiando de color con una app del celular.

El de lunares se llama Yira Yira porque “me dio tanguero”. Al tango del mismo nombre lo cantó en la inauguración de la muestra, acompañado con una guitarra. Porque Lucas Beccar Varela también canta y sabe bailar el tango. “Es seguir una sintonía estética y física. Al principio, dudaba de cantar ese tango porque es un bajón total (Cuando la suerte qu’es grela / Fayando y fayando / Te largue para’o / Cuando estés bien en la vía / Sin rumbo, desespera’o). Pero Yira también viene del italiano `girare´, y me parece linda esa frase del lunfardo: `Vamos a yirar aunque todo esté mal´”.

+ ¿Cómo es eso de que no tuviste muchos juguetes en tu infancia?

LBV Tenía un amigo imaginario con el que hacíamos cosas. Me parece que está bueno eso para desarrollar la imaginación. Las obras que hago son cosas que me gustaría tener a mí. Si hay algo que quiero tener, y veo que no existe o no la encuentro, la hago yo. Me pasa eso con un montón de objetos de los que después me cuesta desprenderme, aunque también me encanta que alguien se lo lleve. 

ADEMÁS DE LOS TROMPOS

En la obra La vaca atada de 2013, muñequitos Playmobil pintados de plateado tiran de la soga. En la muestra De Amantes de 2014, diez diamantes fuera de escala contaban la historia de diez mujeres a partir de la intervención. Incluso, creó un diamante rosado de dos metros y medio de alto que se exhibió en la calle, en la Recova de Posadas, que itineró por distintos barrios porteños. Cuando empezó a usar anteojos, se inspiró en este objeto para crear una especie de marca de agua que imprimió en remeras y en cuadros gigantes.

+Te enfocás en una temática y la agotás, para luego pasar a otra…

LBV Cuando estás en “modo de un determinado objeto”, empezás a buscarle las facetas y alternativas que podés lograr con él. El año pasado hice una muestra con servilletas en la librería Menéndez: Cuentos de servilletas. Es que durante la pandemia, no podías sentarte en un bar a tomar un cafecito, agarrar una servilleta y empezar a garabatear. Un poco como en el primer capítulo de Mad Men, en el que Don Draper está sentado en un bar con su trago y dibuja en la servilleta el logo de Lucky Strike… Mucha gente hace esto de escribir en las servilletas; yo lo hago siempre. A raíz de eso, me inventé en LinkedIn un perfil para mi empresa (que no existe en la realidad), que se llama The Napkin Method. Es como si fuese mi borrador… Y aunque con la pandemia no podía sentarme a escribir en las servilletas de un bar, lo quise hacer igual. Me llevé un montón de servilletas de Quotidiano, y empecé a hacer cuadros y objetos con ellas.

+¿Y ahora en qué estás trabajando?

LBV Sigo con los trompos, pero estoy con un par de ideas… Las primeras cosas que hice fueron con pantalones de jean, hace como veinte años. Tengo ganas de hacer una instalación con jeans. Pero este año sigo con los trompos, estoy haciendo uno muy grande. Tal vez tenga que llamar a algún ingeniero. Si se hizo la Floralis, por qué no un trompo gigante. Como te decía antes, se puede hacer un trompo casi con cualquier cosa, el tema es encontrarle el centro de gravedad. De alguna manera, es una forma de encontrarse con el propio centro de gravedad. Ésta es una linda metáfora o analogía.+